Creando memorias y destrozando sueños

Hay veces que me despierto contento, con ese extraño indicio de esperanza hacia lo desconocido. Entonces recuerdo, con imágenes borrosas los sentimientos de una noche de ilusiones. Intento ahondar más en mi memoria para rescatar esos ficticios momentos de las garras del olvido; pero es muy difícil luchar con una mente despierta. Al final, solo quedan esbozos con tintes de recuerdo inútil. El sentimiento es lo que persiste, lo que me impulsa a pensar; a seguir soñando.

Muchas veces cuando pequeño (y no tan grande) esperaba ansioso la noche para poder perderme nuevamente en la emoción de lo irreal. La sola posibilidad de descubrir (y en ocasiones controlar) la esencia de mi subconsciente era suficiente para asegurar mi descanso.

Nunca me ha gustado el realismo de la existencia tradicional. La falta de color en un cuadro que parece fotografía. Pero los sueños son tan fugases, tan frágiles y endebles que a veces es complicado el disfrutarlos. Eso sin mencionar lo sencillo que es malinterpretar su, a veces, inexistente significado.

Hay ocasiones en las solo me queda recordar… modificar… y crear. Antes de desconectarme del mundo de los vivos comienzo un malabar de alternativas, posibilidades, palabras y sentimientos. La vida no se agota a sí misma; y por ello nos provee de innumerables cuentos y memorias sesgadas e incompletas. Y como encuentro un placer en soñar, también lo encuentro en jugar con mis recuerdos.

Y así comienza, lentamente. Un pequeño y arriesgado pasatiempo el cual poco a poco me lleva de la mano al reino de la inconsciencia. Es ahí donde la realidad va perdiendo su significado ante el velo de lo ficticio. Donde los recuerdos creados se van transformando en etérea realidad. Donde el centro son los sentimientos y las posibilidades.

A veces así es como me divierto, así es como empiezo a soñar.