No eres tú… ni soy yo.

Es terrible tener tantas cosas en la mente y tan poco orden para escribirlas, tan corta memoria para recordarlas y tan desastrosa habilidad para comunicarlas. Ni si quiera sé que es lo que realmente quiero escribir o incluso si eso es realmente lo que deseo.

Porque hay cosas, ideas y conceptos que no están hechos para uno mismo, para uno solo. Y así llegan por aquí una y dos y tres… y nada importa. Innecesario totalmente; pero muchas veces refrescante. Hay ciertas líneas que más vale dejar en la imaginación. Es de alguien generoso el compartir; pero no puede uno entregarse por completo al anonimato de un lector desconocido.

Y no por cuestiones sentimentales o imaginarias consecuencias de actos invisibles. Simplemente porque hay cosas que injustamente serían desmanteladas con brutal sencillez bajo la estela brillante de un lenguaje limitado. Entre otras cosas…

Hay cuestiones que no es posible mencionar sin confundir sentimientos y mal interpretar señales, símbolos e imágenes de claridad indeleble pero enfoque perdido. Y aquí el problema no se centra más que la misma materia de las ideas. En esos fragmentos sin orden pero con una firme intención de ser escuchados.

Porque ni tú que lo lees ni yo que lo escribo estamos a veces listos para entendernos. Y si nosotros estamos confundidos, ellas no querrán jugar con nuestra mente. No querrán compartir lo que las forma, lo que son y lo que fueron.

Por eso hay que dialogar, hay que entendernos, hay que jugar con nuestra ideas en grupos. Y si fuera egoísmo o indiferencia; el resultado es el mismo. Pero poco hay que hacer cuando se destruye esa conexión. Aunque lo peor es cuando realmente nunca fue construida.

Yo escribo en párrafos, pero pienso en líneas, círculos y túneles. Por eso es que hay veces que necesito dialogar para liberar el pensamiento. Finalmente yo no soy poeta.