Dime… y se sincero. Como persona, como ser humano. ¿Como un concepto? Como una idea.
Habla… y se muy claro. Porque la opacidad de tus palabras es solo un remedio pasajero. Tú y yo lo sabemos. Tú sabes quién es tu yo y yo sé cuál de todos eres tú. Por eso escribes, por eso observas, por eso lloras y recuerdas.
Porque sabes que existes; pero no sabes cómo. Siempre hay algo más, dentro de cada palabra y acentuación. Una extraña y a veces enfermiza esperanza de alcanzar un ilusorio reflector en su alma… en la tuya.
Yo lo sé; pero no lo entiendo. Lo conozco pero no lo recuerdo. ¿Máscaras? ¿Telones? ¿Ignorancia? Solo un montón de alegorías con agotado contenido e infantil conceptualización. Imágenes… ellos se alimentan de las que yo creo para su egoísta entretenimiento.
La luz de la noche; diez vueltas al sol; el fuego de la luna y las olas de un solo mar. Los sueños color esmeralda; una corona de lumbre y la esfera que refleja el universo. Un espejo. Uno y nada más.
¿Cuál es tu intención? ¿Qué tratas de decirme y por qué? Dime y se sincero…
Pregúntame y seré muy claro…
Pero no intentes interpretarlo, ni mucho menos cuestionarlo. Entiéndelo por lo que es y no por lo que quieres que sea.
Como ya algunos de ustedes sabrán, ayer tuve un “momento”. Fue algo repentino, lleno de gracia y jocosidad. El asunto de la suerte, las coincidencias y el destino se ha hecho presente de manera recurrente ésta semana. Y con dichas “ocurrencias” hoy viernes en la madrugada me siento un tanto perplejo ante la infinidad de la galaxia.
Vamos a ponerlo en términos simples.
1 – Yo no creo en el destino
2 – Yo no creo que la totalidad del Universo tenga un “sentido” oculto o comprensible.
3 – Realmente no creo en las coincidencias. No en el estricto y mágico sentido de la palabra.
4 – No hay tal cosa como la “suerte”.
Lo anterior no se los voy a justificar con argumentos metafísicos referenciados; porque es simplemente un sentir personal que si bien está abierto a discusión, no es realmente el punto de éste escrito.
Durante mucho tiempo he sido de la idea de que las cosas pasan y ya. No porque estaba escrito, o porque tenían que pasar, o porque había una enseñanza universal en lo que sucedió, o “inserte aquí su frase preferida”. La gente muere, nace, se enamora, escribe libros y mata gansos. Así las cosas.
Sin embargo, constantemente siento el obrar de todo eso en lo que me rehúso a creer. Nada grave o realmente importante; pero son esos pequeños detalles que me obligan a cuestionar de forma importante cómo funcionan las cosas.
No es que realmente necesite saber la mecánica que rige el telar de nuestra existencia; pero me gusta pasar el tiempo intentando hacer sentido de toda esa inverosimilitud. Por ello, hoy decidí realizar un pequeño experimento.
La bola 8 me dijo que bajo ninguna circunstancia debía jugar con el destino y tentar a la suerte. Y siendo sincero; normalmente no lo haría; pero algo me llevó a intentar desafiar esas fuerzas invisibles. Por el momento algunos de ustedes pensarán que mi experimento consiste en alguna locura de índole radical y con posibilidades de alterar el curso mismo de la humanidad.
Pero no. Es algo simple, soso y en mi opinión un tanto estúpido. Es tan solo un extraño resultado de las circunstancias. Pero sentí la necesidad de hacerlo. Siendo totalmente sincero, no creo que nada salga de él; más que el olvido de una extraña memoria. Aún así, por primera vez en mucho tiempo no me quería quedar con las ganas.
Hace relativamente poco un buen amigo, cuyo espíritu es más libre que el mío, me comentó sobre la idea de dejar pequeños mensajes u objetos con la intención de crear algún tipo de desconocido lazo de realidad. Algo así como una empatía cósmica centrada en esa conexión de realidades. No lo he investigado pero de seguro ya se ha intentado antes. Y la verdad que es buena idea; porque allá afuera hay muchos espíritus libres como él que continuarían su juego sin pensarlo.
Tomando lo anterior como base, y tras mi extraña euforia galáctica del día de ayer; hoy dejé un pequeño mensaje en mi salón de clases. Es simple y conciso. En ésta época no hay clases en mi campus más que de algunas selectas materias que se imparten en verano. Con ello en mente realmente no sé si alguien lo leerá siquiera.
En éste momento puede que ese mundano pedazo de papel se encuentre ya en la basura. Mis expectativas, como pueden ver, son muy bajas. Pero en caso de que algo suceda y pueda crear ese extraño lazo existencial; creo que toda la extraña experiencia me ayudará a poner las cosas más en perspectiva.
No quiero que nadie se tome muy en serio lo que escribo aquí. Pero al mismo tiempo no quiero caer en la profunda zanja de la abrumadora trivialidad. No se puede todo en la vida y la verdad soy un hombre de placeres simples; pero el caso es que, como todo, mi problemática tiene una raíz muy bien definida. Y han de disculpar por el lugar común; pero la realidad como viene.
Es más, les voy a ahorrar las “frases ganadoras”, y voy a dejar todo esto a su criterio que al fin de seguro son bien inteligentes. Pero no se presionen, aquí la cosa es tranquila. Bien dicen por ahí que para perder el tiempo nunca se tiene prisa.
Tomando un tono más solemne, a veces olvido como la vida se rehúsaa pasar a segundo plano. No pierde motivación ni escatima recursos en recordarnos que ahí está y que finalmente no hay forma de dejarla de lado. Con bofetadas, golpes de nuca, pellizcos cariñosos y el ocasional abrazo de realización; la vida dedica todo su tiempo a sacar algún tipo de sentimiento de nosotros.
No importa que tan superficial, vago o común sea; cuando nos detenemos por un segundo y nos damos cuenta de nuestra propia existencia; creo que es cuando realmente vamos por buen camino. La diferencia entre lo ordinario y lo extraordinario radica únicamente en su frecuencia. Pero ¿Por qué? Como la mayoría de las cosas, esta cuestión de sentir requiere de cierta disciplina, cierto estilo y un poco de técnica.
Es algo así como el arte de mantenerse despierto. Y créanme que no es nada sencillo. Es muy fácil olvidarnos de lo increíble que es nuestra propia comedia existencial. Claro que eso de allá fuera pareciera mucho más interesante y lleno de vibrante realidad; pero si lo vemos ¿qué acaso no nos pertenece?
Eso… o tal vez solo busco una excusa para tratar de recordar que tan humano soy realmente. No que eso tenga nada de malo; pero yo si considero que la intención es muy importante. De hecho, la palabra del día de hoy será: Intencionalidad.
Tal vez solo necesito un poco té y una plática de esas que no van a ningún lado pero siempre acaban en algún lugar no tan lejano.
Realmente que soy muy malo para esto. Pasan días, semanas, meses y eternidades de existencia viva y plena; y aún así me siento incapaz de expresar novedad, sentimiento y; por supuesto, sentido. Lo del sentido realmente no me interesa; y no porque guste del caos de lo aleatorio y el nihilismo de un universo destructivo. Simplemente porque el sentido es tan personal como la realidad misma. (Y ojo porque realidad y verdad no es lo mismo).
Pero para cuestiones existenciales ya vendrán otros escritos. La verdad que lo único que hago es escribir lo que se presenta ante mí. Las palabras de una corriente de pensamiento sin estructura y con breves destellos de inspiración. La imaginación me abandona en momentos; y cuando vuelve la rechazo.
Y lo hago porque la quiero, no hay más. No la amo… no realmente. No sé mucho del amor; pero si de la imaginación; tal vez por eso me pone un poco nervioso el unir esos dos conceptos. Lamentablemente siempre vienen juntos, de la mano y normalmente haciendo piruetas.
La imaginación es fiel, pero insensata. No sabe escoger sus amistades ni tomar sus decisiones. Y como todo termina por empezar; ella inició un acalorado romance con su pariente… la ilusión. El amor vio su relación con desdén e incluso indiferencia. Porque al final, todos eran amigos, compañeros, entes de la conciencia viva del infinito.
Pero como les decía, nada tenía realmente la coherencia del orden invisible que nos precede. No quiero ahondar en la historia; porque para serles totalmente sincero, realmente no me la sé. Pero lo único que no le puede faltar a un cuento es el final; aunque sea uno de puras mentiras. No que éste lo sea; aunque yo no tengo forma de saber; a mí me lo platicaron. La vida me lo platicó.
Pero ella nunca termina sus historias. Apenas dice una idea y ya comienza otra. Su enfoque es el de un gran y cruel chiste. Cruel… pero lleno de risas. Risas de verdad, de alegría, de nerviosismo, de existencia pura. La risa es existencia pura.
El final muchos de ustedes ya lo conocen; pero para los que no, pues se los cuento. Antes eran tres; ahora rara vez se pueden distinguir los unos de los otros. Pero al tiempo que dieron cuenta que la imaginación era su madre; el amor y la ilusión no se volvieron a separar jamás.
Hay muchas otras cosas por supuesto. Un montón de personajes más. De hecho les diré un secreto. La imaginación sigue siendo y será. Pero esa nueva relación de espejismos y sentimientos aparentemente reales no es más que un pariente lejano y extraño de otro con ese mismo apellido. El sigue caminando, mirando al cielo y respirando el aroma de la tierra. Viaje sin ser visto y aunque muchas veces se queda caminando; los bosques gustan de su compañía.