Sunday, February 22, 2009

Como a si tuviéramos 18

Éste fin de semana fue particularmente divertido y un poco menos cansado que el anterior. Un amigo cercano cumplió años recientemente y obvio, optamos por la ya clásica festejada en el fin; la cual fue ubicada convenientemente éste sábado pasado.

Sin embargo, antes de lo que se perfilaba como un día de diversión inconmensurable; tuve que pasar mi viernes resolviendo uno de esos engañosos “exámenes para llevar”. La maldita prueba no solo consumió toda mi noche; si no que su invasiva presencia se extendió hasta altas horas de la mañana del sábado…

Así, agotado después de pelearme por horas con plantas imaginarias de cogeneración decidí dormir lo estrictamente necesario para no llegar dando lástimas a la fiesta de mi querido amigo. Para eso de las 4pm volví en sí y me dirigí hacia el departamento de mi ahora más sabio camarada.

Ahí me encontré con caras conocidas con las que compartí una clásica y amena tarde de carne asada. Todo normal, todo tranquilo. Es increíble lo sencillo que es el concepto de una carnita y lo efectivo que es en cumplir sus objetivos de esparcimiento. En general las condiciones eran excelentes, exceptuando el viento escandinavo. Aunque era de esperarse, normalmente el clima no favorece nuestras tardeadas, y menos en Febrero :P

De esa forma, disfrutando de la botana, quesadillas y carne al calor de la compañía de mis compirris pasó rápidamente la tarde. La fase 2: Ir a disfrutar de una noche de antro como si acabáramos de recibir nuestra credencial del IFE.

Y así fue, llegamos al popular “canta-bar”, el cual estaba ATASCADO de gente. La mayoría de las cuáles uno podía apreciar que tenían vivido menos de dos décadas. Debo confesar que nunca he sido fanático de la onda antrera, y ese día recordé porque…

Pues ahí vamos… un montón de “soon-to-be drunk guys” moviéndose ágilmente por el tumulto de diesochoañeros hasta llegar con los nunca bien ponderados “guarros” de la entrada. Y aquí comenzó el juego de “te dejó pasar cuando quiera”. Nunca he podido comprender como es que la gente se presta semana a semana a éste abuso tan evidente. Aquí vienen los “chavos” dispuestos a gastar su escaso dinero de estudiantes en botellas sobrevaluadas para estar en el lugar de moda; PERO solo si tienen suerte de que les permitan pasar a su “supremo templo de la diversión”.

Y pues ahí nos tienen, convenciendo a los malhumorados guardias (que se las dan de muy importantes aparte) de dejarnos pasar a gastar nuestro dinero en sus instalaciones. Debo aceptar que realmente no tuvimos TANTO problema, gracias a que uno de nuestros acompañantes frecuenta el lugar como si no hubiera un mañana; pero aún así fue bastante molesto.

En fiiiiiiiin. Ya adentró… pues qué más? A continuar con el festejo (ósea, a seguir pisteando). La verdad yo no tomo demasiado, y como de costumbre me mantuve relativamente sobrio el resto de la noche. En general me parece bastante divertido ver el progresivo avance en el nivel de alcohol en las personas que me rodean. Y así se fue dando cortesía de varias botellas de Buchanan y Red Label. Lo mismo para el restro del antro.

Pronto, entre baile y baile, decidimos que era hora de “ahuecar el ala”. Sin embargo, como es costumbre, ciertas personas atienden al llamado y ciertas no. En fin, a la salida nos dimos cuenta que faltaba el cumpleañero jajaja. Sin presiones, eventualmente saldría.

Para nuestra sorpresa, había una patrulla y algunos paramédicos en el lugar. Al parecer se había dado “una riña” y nosotros ni en cuenta. Una “chava” yacía según ella acuchillada en asfalto mientras la indiferencia de los jóvenes borrachos llenaba el panorama. No fue nada grave realmente, simplemente volaron algunos vasos así como algunos golpes.

Eventualmente nos reunimos todos otra vez y volvimos al departamento gracias a nuestro “conductor designado” hmm-mhm. Obviamente, antes, pasamos por los clásicos aperitivos de madrugada; con la intención de saciar nuestra necesidad de “munchies”.

Finalmente llegamos al estacionamiento del depa y así de la nada, dos de mis acompañantes decidieron tener una ronda de “peleas amistosas”. ¡Qué sorpresa! Durante cerca de una hora mis camaradas me brindaron el privilegio de presenciar un proceso de catarsis a base de repetidos azotes contra el asfalto.

Definitivamente un deporte que no es para todos. Las razones de sus “rounds” de lucha greco-romana casera en el estacionamiento aún me eluden, pero al parecer ellos lo disfrutaron más que yo. Al finalizar procedimos a subir al departamento y alimentarnos como Dios manda.

Tiempo después, otros dos integrantes de la fiesta lograron llegar con nosotros de dónde sea que andaban y al final todos terminamos en la clásica y amena plática madrugadora. Definitivamente creo que si fue un sábado de diversión inconmensurable; pero ya no tengo 18 años y los antros no son para mí.

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