¿Qué tan fácil es expresar lo que realmente vivimos? ¿De qué manera comunicamos nuestras experiencias, conocimientos… y sentimientos? ¿Hasta qué grado nos damos realmente a entender?
Las respuestas generales a lo anterior pueden ser simples, hasta cierto punto. Mediante la utilización del lenguaje, en todas sus formas y modalidades, nos es posible expresar y comunicar una gama casi infinita de información. La facilidad o complejidad de dicha tarea es dependiente de varios factores, incluyendo el contenido de la realidad que se pretende comunicar y las circunstancias en las que se hace.
En sí, el lenguaje es una poderosa herramienta mediante la cual comunicamos nuestra interpretación de la realidad a quienes nos rodean. Mediante su utilización transmitimos esa información que para nosotros es tan evidente. Sin embargo, dentro de su utilidad existen también una gran cantidad de limitantes.
El lenguaje es un medio, en donde las experiencias puras de nuestra realidad toman forma y significación para otros. Más, al llevar a cabo éste proceso, las singularidades y características del conocimiento que se expresa se ven afectadas; y no es aventurado decir que parte de esa realidad se pierde o queda “limitada”.
Lo que comunicamos nunca podrá emular de forma completa la realidad de esa experiencia que se pretende transmitir; sin embargo mediante nuestra intencionalidad delimitamos los puntos calves de dicha experiencia y comunicamos su importancia en términos comprensibles y de una u otra manera, accesibles.
La calidad del mensaje y el grado hasta cual éste da a entender lo que queremos comunicar depende en gran parte de la habilidad del transmisor en cuanto a la utilización del lenguaje. El condensar la realidad experimentada en palabras, signos y gestos es un oficio fino, delicado y casi artístico. Sin embargo, incluso cerca de la perfección, es imposible que éste reproduzca esa realidad sin pérdidas ni limitantes.
No importan cuantas veces intentemos expresar ese cálido sentimiento que nos produce una melodía; esa ira incondicional que sentimos en torno a alguna injusticia; ese hermoso amanecer que presenciamos en las montañas; o esa realización intelectual que por fin alcanzamos… el receptor de nuestro mensaje nunca podrá experimentar exactamente eso que pretendemos comunicar.
Aún así, lo anterior no debe causar desánimo o desazón. Esas son las particularidades del lenguaje, y es por ello que su influencia en la razón, la conciencia y el conocimiento es de tanta importancia para la filosofía en general. Así como sus limitantes han sido muchas veces las causantes de confusión, desacuerdo y caos; su rol y utilidad han permitido el avance del hombre en el ámbito social, cultural, científico y filosófico.
La realidad es mayormente individual; y su percepción e interpretación siempre se encontrarán limitadas. Sin embargo, al entender el rol e influencia de dichas limitantes, como lo es el lenguaje, podemos poco a poco comprender la realidad que nos rodea y aumentar el grado de certidumbre y lucidez que tenemos de ésta.
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